Llevo la vida entera escribiendo
retazos de ideas en cualquier papel. Chorros inconexos y pedacitos de
texto en cuadernos interminables, que voy dejando como pedazos de
piel usada, como una caspa por todas partes
Pedazos de pensamiento y de sueños
que nunca desarrollo, que siempre dejo para después. Capturo una
idea inspiradora de unas cuantas palabras o una serie de frases pero
nunca concreto ni completo ese pensamiento. Lo dejo para después.
¿Después
de qué? ¿Me sentaré
algun día a escribirlo TODO ?
Sentí
muy joven la necesidad de contar mis propias historias y pensé que
sería algo que haría todo el tiempo. Escribía mucho y
cotidianamente. Supongo que la diferencia radicaba en que no me
cuestionaba, no me preguntaba si debía hacerno o no, si le gustaría
a alguien o no. Como en la música, hubo algo más fuerte que yo que
me obligaba a hacerlo, y al hacerlo, alcanzaba una especie de
tranquilidad ; de satisfacción secreta. No entiendo en qué
momento esta intención perdió impulso, o porqué razón dejo de ser
más serio para mi. Fui menos asiduo a escribir, aunque tenía la
misma necesidad. Seguí siendo un ávido lector. No soy bibliófilo,
soy bibliofílico.
Los
únicos textos terminados fueron en los tiempos de oscuridad, con
imágenes bien definidas y finales inesperados y contundentes.
Algunas oscuridades súbitas y bien personales, muy alejadas de los
mundos que vislumbraba al final de la infancia y principio de la
adolescencia. Como triste consuelo me digo que al menos aprendí que
puedo servirme muy bien de mi propia oscuridad.
Con
el tiempo, los textos y cuadernos de los primeros tiempo se
perdieron, y ahora los extraño.
Tratando
de recodarlos, mis textos mas entrañables fueron siempre producto
del imaginario científico. de lo fantástico. Siempre quise escribir
esas ideas extrañas plagadas de situaciones y otredades que no
tuvieran nada que ver con la realidad física cotidiana, que de
todas maneras me parecía plana, aburrida, monótona, repetitiva. Me
interesaba la ciencia y me interesaba la fantasía. Me apasionaban
los sonidos y la música, La Serpiente Emplumada, los caballeros
Águila, los Nahuales, los dragones, los robots, los vehículos
espaciales y los viajes en el tiempo. Me obsesionaban los superhéroes
y pasar horas viendo los dibujos de intrincadas bases espaciales,
corredores de laboratorios insondables y la maravilla de ver plasmado
el movimiento y la emoción en el cuadro completamente fijo de una
plancha de historieta. Las historias de vaqueros cabalgando en
llanuras infinitas y la sabiduría de los indios que poblaban
aquellas desolaciones. Intenté contar historias de todos estos
personajes y situaciones. Algunas se escribieron, para luego
perderse, y otras las imaginé sin nunca plasmarlas y son ahora una
fuente de frustración que no acaba de extinguirse.
De
todos aquellos relatos perdidos, recuerdo el del Robot, estudiante en
el Instituto de Construcción de Motores Experimentales y la
discriminación que sufría por parte de los estudiantes orgánicos.
El relato del vampiro solitario y arrepentido, que recuerda como
sobrevivió alimentándose de los cadáveres congelados que
encontraba en el Frente Oriental en el invierno mas frío de la
Segunda Guerra. Recuerdo una empezada novela de vampiros en el
Guanajuato rural ; una mujer vampirizada que se esconde en la
chimenea de una vieja fábrica abandonada y un poema abriendo cada
capítulo. Recuerdo el relato del viaje de un joven muchacho en un
mundo trastocado por la magia, sus encuentros, y como su guía lo
abandona en una trampa. Me parece haber visto partes de este relato
en una doblada y arrugada hoja haciendo oficio de separador en algún
otro libro en alguna de las múltiples mudanzas.
Recuerdo
mi relato de la Revolución, pastiche de « Los de Abajo »
. Recuerdo perfectamente la escena del primer encuentro entre mis
personajes levantados y los federales...
Todas
estas narraciones que abandoné sin clemencia han regresado como
aparecidos para atormentar mi bloqueo crónico. Categorizo todo lo
que escribo y encuentro con facilidad mis propias referencias.
Necesito un acto mágico, una fuerza cuántica que me permita
sobrevolar mi propia crítica y poder dejar salir el torrente de todo
lo que imagino.